viernes, marzo 29

¿Dónde está mi abogado?

Desde a Janela

Felipe de Jesús Fernández Basilio

Esta pregunta surge ahora que prácticamente está parada la actividad judicial y que por consiguiente todos los problemas planteados ante ella se encuentran detenidos como si fuera un larguísimo fin de semana en el cual las injusticias prevalecen y la aplicación de la ley es letra muerta, ya que todos esos bellos derechos que se encuentran escritos en la constitución carecen de aplicación y por lo tanto es como si no existieran.

En la entrega pasada reflexionamos acerca del fallo del Estado en su rama judicial y también sobre el nulo interés que tienen en volver a trabajar pese a que están cobrando sin resolver un solo asunto.

Por ello ahora toca tratar sobre los otros actores fundamentales para la impartición de justicia y esos precisamente somos los abogados y es que tan solo la palabra abogado deriva de la expresión latina “ad auxilium vocatus” que en castellano significa “el llamado para auxiliar” por lo que se denomina como abogados a los profesionistas que son llamados en auxilio, tanto para prevenir como para solucionar conflictos legales.

Por lo tanto, no cualquiera que estudia leyes es un abogado sino solo lo es aquel que se dedica a ayudar a otros en temas jurídicos, principalmente en la defensa de sus derechos que han sido vulnerados por otra persona o por el Estado.

Ahora bien, si esa es la función del abogado entonces una vez que acude en auxilio de quien lo solicita, su obligación es defender los derechos de quien lo requiere tanto en los tribunales como fuera de ellos y aun por sobre ellos, caso que aplica en situaciones como en la que ahora vivimos en la que éstos no quieren trabajar.

Por ello es de llamar la atención el pasmo y la resignación que manifiestan muchos abogados ante la irresponsable inactividad judicial, porque no hay otra manera de llamar al mantener cerrados los juzgados y parada su actividad por tantísimo tiempo so pretexto de que al abrir sus instalaciones ponen en peligro de contagio a mucha gente; argumento que es ridículo y suena más a pretexto para tener vacaciones pagadas ya que les aseguro que cualquier supermercado en quincena o en horas pico tiene más gente adentro que un juzgado y la vida sigue.

Pero aún más llama la atención el mensaje que algunas “barras” de abogados envían a sus agremiados y a la sociedad en general diciendo que esta es una contingencia casi apocalíptica y que no hay nada que se pueda hacer más que permanecer encerrados y de ser posible estudiando para esperar tiempos mejores y entre todas estas opiniones encontré una perla.

Resulta que un líder, tampoco encuentro otra manera de llamarlo, de una de las tantas “barras y colegios” de abogados que hay en el estado de Veracruz, el Sr. Vito Lozano respondiendo a los abogados inconformes con la situación, dijo que las medidas tomadas por el Tribunal Superior de Justicia del Estado eran acertadas debido a la pandemia y que recomendaba a los abogados mantenerse en cuarentena y dejar por la paz los asuntos civiles que están detenidos y mejor dedicarse a los penales que poco avanzan o de plano ponerse a estudiar y actualizarse.

Esas declaraciones tiran por la borda el objetivo de la profesión, es como si se le dijera a una mujer que sufre de violencia familiar por parte de su esposo que ahorita no se puede hacer mucho y que mejor mientras dure la cuarentena pruebe con comportarse de otra manera y así tal vez le pegue un poco menos o que se le diga a alguien que cayó preso y que se va a mantener ahí porque la prisión preventiva que le dictaron va a durar todo su proceso, el cual va estar parado lo que dure la cuarentena, que mejor le diga a su carcelero que le permita tener un pasatiempo, porque no hay de otra mientras esté el peligro de contagio.

Pues no Don Vito, eso no es ser abogado y por ello es que en este país no funcionan las “barras y colegios” de abogados, ya que están a las órdenes del Estado y no velan por los intereses de sus representados ni mucho menos por los de quienes acuden a ellos, los justiciables.

Con esa manera de pensar ¿Qué abogado que pretenda cumplir con su profesión va a querer acercarse a una organización de esas?, ya que si por ejemplo tiene como problema el que se atoró una apelación penal, porque a los señores magistrados que trabajan en el Tribunal Superior de Justicia se les ocurrió no trabajar por lo que dure la ya mal llamada cuarentena,  y en lugar de presionar al tribunal le dicen que mejor se espere o se vaya a tratar de coyotear en la fiscalía por lo que dure vigente la “excelente medida” tomada por las autoridades judiciales y mientras quien depende de esa apelación vive un infierno por tiempo indefinido.

Esas actitudes me recuerdan que, contrastando la definición de abogado que di al principio de este texto, una colega comentó alguna vez que los abogados eran como los mercenarios  “ya que ponen su espada al servicio de quien los contrata”, frase que de acuerdo al significado de la palabra mercenario bien se completa diciendo “y que no se comprometen más que con el dinero que les pagan” y ese pensamiento es el que tiene el mencionado líder de un colegio de abogados, ya que pensó muy bien en adular  a la presidente del tribunal, medianamente bien en dar consejos a sus miembros para no quedarse sin ingresos (al parecer lo que importa) y terriblemente mal, porque ni mencionó a quienes son la esencia de la profesión, los representados.

Concluyo diciendo que el buen abogado a estas alturas del partido no solo tiene que seguir asesorando a sus representados como ordinariamente lo hace, sino que debe además de tratar de romper con ingenio el cerco sanitario que hoy por hoy ya es ridículo y en la medida de lo posible ir arrancando acuerdos y hasta resoluciones a los tribunales, porque más allá de cualquier situación por imprevista que esta sea, el compromiso que da sentido a la profesión del abogado es exigir que se cumplan los derechos de quienes acuden a él.

 

felfebas@gmail.com

Twitter: @FelipeFBasilio

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