viernes, marzo 29

La Matanza de los Goyos, el «Tlatelolco» de Poza Rica una década antes

El seis de octubre tampoco se olvida.
Édgar Escamilla

Poza Rica, Ver.- La tarde del lunes seis de octubre de 1958 acontecieron unos de los hechos más sombríos y tristes de la historia de Poza Rica, cuando un grupo de personas, molestas ante el descarado fraude electoral cometido en contra de Fausto Dávila para entregarle el triunfo al candidato oficialista Manuel Salas Castelán, fueron agredidos con disparos de armas de fuego provenientes desde el antiguo edificio de la Sección 30 del STPRM, perdiendo la vida siete personas y resultados heridos muchos más, cifras que quedaron perdidas en medio de la represión sindicalista de aquella época.

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Mario Román del Valle, historiador y cronista adjunto de Poza Rica, cuenta parte de aquella historia que enlutó a los hogares pozarricenses de aquellos ciudadanos que se atrevieron a enfrentar al sistema en una lucha por que se hiciera efectivo el voto emitido en las urnas.

La persecución se había dado tres años antes, una persecución que el investigador califica de “selecta”. “Algún trabajador había sido golpeado a la salida de una asamblea sindical en la que habría manifestado su repudio en contra de las acciones de la dirigencia sindical; algún otro, como Andrés Pacheco Martínez, rescindido arbitrariamente de su contrato de trabajo por ser opositor a la venta de plazas y haber denunciado robos al interior de Pemex, en los que se decía estaban coludidos el propio Jaime J. Merino y Pedro Vivanco, superintendente de Petróleos Mexicanos y dirigente sindical, respectivamente.

Esta reprensión se había extendido a más sectores, lo que llevó al fraude electoral del cinco de octubre. “Tal vez en la historia de Poza Rica el más brutal y descarado, gente cercana al PRI reconocía que las boletas beneficiaban en relación de ocho a dos a Fausto Dávila; era un triunfo arrollador, pero se robaron las boletas y la autoridad electoral declaraba ganador al candidato oficial Manuel Salas.

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Eran tiempos distintos al actual, no se caía el sistema, no había fraude cibernético, no había bots peleando desde las redes sociales, simplemente llegaba el grupo armado al servicio de Merino, golpeaban a quien se opusiera y se llevaban las urnas.

La gente de Poza Rica reaccionó con una manifestación insólita. La ciudad contaba entonces con una población cercana a los 20 mil habitantes. Se estima que participaron en la marcha cerca de once mil personas aquella tarde del seis de octubre de 1958, cansadas de la opresión del sindicalismo, de la represión y el autoritarismo que ejercían al tratar de imponer a los presidentes municipales.

Aunque nunca se supo la cantidad de personas que fallecieron aquel día, al menos se tiene el registro de siete de ellas: Consuelo Marroquín Gayoso, Mario Trejo Candia, Carlos Ugalde García, Eusebio Ugalde, Antonio Terán García, Antonio López Ruiz, Alfonso Segovia Pérez. Pero hubo periodistas de la época y testigos que aseguraban que la matanza pudo ser de 30 hasta 80 las víctimas.

Testigos afirmaban que aquella tarde gris de la historia de Poza Rica, el Ejército y la gente de Merino hicieron un cerco y se llevaron cadáveres en camionetas con un destino incierto; se habló de que los tiraron en las afueras en las carreteras, otros más a los hornos del hospital o que inclusive fueron incinerados en la refinería.

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Foto: Jorge Huerta

Los dirigentes de aquel grupo democratizador conocido como Los Goyos fueron llevados a la cárcel, otras más huyeron de la ciudad, tal fue el caso de Mariana Peña Olivares, quien estuvo fuera de la ciudad durante tres años porque recibió distintas amenazas de muerte.

Fueron marcados entre la sociedad y llevados presos políticos. El doctor Fausto Dávila estuvo recluido en distintas ocasiones en la cárcel. Estuvo preso de 1959 a 1960, salió libre y fue radicalizándose al grado de militar en un grupo comunista mexicano, después lo volverían a apresar llevándolo a la cárcel de Lecumberri, donde estuvo cinco años hasta 1971. A su salida enfermó y no pudo recuperarse, perdiendo la vida año y medio más tarde.

Durante las décadas de los 80 y 90, integrantes de aquel movimiento, Isidro Capitanachi Pancardo, Teodoro Tapia Martínez y Heriberto Martínez del Ángel, entre otros, solían montar una guardia en el parque Juárez.

“Es una herida que sanó en parte, pero dejo una enseñanza y colocó a Poza Rica a la vanguardia de las luchas democráticas mexicanas, aunque no esté reconocida así en las historia oficial, diez años antes de la matanza de estudiantes en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco”, comenta Román Del Valle.

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Aquel movimiento dejó ver el lado triste, gris y represor del sindicalismo en la joven Poza Rica, pero también deja un legado de abnegación, lucha por alcanzar un ideal libertario y democratizador, de una generación que ha sido, a juicio del historiador, la mejor de esta ciudad; “ilustrada, preparada y valiente. Que quisieron cambiar las cosas, que se cansaron de las imposiciones, que se hartaron de los pistoleros”.

Un grupo de petroleros emanado de este movimiento impulsó la candidatura -30 años después- de Cuauhtémoc Cárdenas en el 88, formaron parte de la fundación del PRD.

Lo ocurrido en el 58 es muestra de la represión que se vivía en la joven ciudad, donde todo aquel opositor al sistema era asesinado, golpeado o despedido de su trabajo; no había prensa crítica, solo un periódico llamado La Voz de Poza Rica, que daba cuenta de las atrocidades que se cometían desde el sindicato y su grupo de choque.

En opinión de Román Del Valle, aunque se viven tiempos difíciles para la vida democrática del país, aquellos movimientos dejaron un legado y hoy existen las vías para hacer escuchar la vos de rechazo a las injusticias que se cometen desde el sistema.

“Aquella generación deja un gran legado a seguir, de hombres que se atrevieron a soñar y organizarse en favor de una causa social, queda en el ciudadano de hoy, seguir esta lucha –no desde una rebeldía estéril- para lograr los cambios para bien que requiere el país”, puntualiza el historiador.

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