Poza Rica, Ver.- Seis décadas atrás la incipiente urbe petrolera se tiñó de rojo sangre, cuando desde el edificio de la Sección 30 de Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana (STPRM) dispararon en contra de un grupo de personas que protestaban por el presunto fraude electoral que le había arrebatado la alcaldía a Fausto Dávila.
Sobre el parque Juárez quedaron tirados los cuerpos, que testigos de la agresión aseguran se contaban por decenas, pero que la historia oficial sólo reconoció a siete personas: Consuelo Marroquín Gayoso, Mario Trejo Candia, Carlos Ugalde García, Eusebio Ugalde, Antonio Terán García, Antonio López Ruiz, Alfonso Segovia Pérez.
Jaime J. Merino y Pedro Vivanco, en aquella época superintendente de Petróleos Mexicanos y dirigente sindical, respectivamente, habían participado en el fraude para beneficiar a Manuel Salas Castelán, candidato oficialista.
El movimiento democratizador de Poza Rica había salido a las calles, miles de personas se habían congregado en el parque Juárez para protestar en contra de la imposición, cuando fueron recibidos con disparos de arma de fuego. De acuerdo con el historiador, aquella tarde del 6 de octubre de 1958, personal del Ejército y allegados a Merino, recogían los cadáveres por decenas y los arrojaron a las afueras de la ciudad o los incineraron en los hornos del Hospital, e inclusive en las instalaciones de la refinería.
Fueron los primeros indicios de la democratización de Poza Rica, cansada de las imposiciones desde el sindicato petrolero. A pesar de ello, la actual administración municipal pasó por alto la trascendental fecha en la historia del municipio.
El minúsculo memorial que se construyó en 2008 se encuentra vandalizado y se pierde entre el follaje de las plantas ornamentales. A diferencia de lo ocurrido en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco, la memoria de estos pozarricenses quedó en el olvido para las autoridades emanadas de un partido de izquierda.